No todas las personas con cáncer tienen dolor oncológico, pero algunas sí.
El dolor oncológico adopta diversas formas. Puede ser un dolor intenso, agudo o con ardor. Puede ser constante, intermitente, leve, moderado o intenso. La intensidad del dolor depende de varios factores, como el tipo de cáncer, cuán avanzado está, dónde se ubica y cuál es el nivel de tolerancia al dolor de cada paciente.
La mayoría de los dolores oncológicos son controlables y controlar el dolor es fundamental para el éxito del tratamiento. Si el dolor proviene del cáncer, puede ser porque el cáncer está creciendo dentro del tejido circundante o lo está destruyendo. A medida que el tumor crece, puede presionar nervios, huesos u órganos. También es posible que el tumor segregue sustancias químicas que pueden provocar dolor. O bien, la reacción del organismo a las sustancias químicas puede provocar dolor. El tratamiento del cáncer puede ayudar con el dolor en estos casos. Sin embargo, los tratamientos oncológicos, como la cirugía, la radiación y la quimioterapia, también pueden causar dolor.
Un 70-90% del dolor producido por cáncer puede ser controlado con medicación oral, pero hay un 10-30% de los casos en los que es necesario el uso de procedimientos invasivos para controlar el dolor. Estos tratamientos especializados, como el bloqueo nervioso, consisten en la inyección de un anestésico local en un nervio o alrededor del mismo. El bloqueo evita que los mensajes de dolor que viajan a lo largo de esa vía nerviosa lleguen al cerebro.
Indicaciones de los bloqueos nerviosos
Los bloqueos nerviosos pueden realizarse con fines diagnósticos, pronósticos y terapéuticos, o una combinación de ellos.
A) Bloqueos diagnósticos. Son útiles para conseguir información acerca de los mecanismos del dolor. Sirven para identificar el origen anatómico del dolor, identificar las vías nociceptivas, diferenciar entre el dolor local y el referido y precisar la contribución del sistema nervioso simpático en el cuadro doloroso. Son de ayuda a la hora de realizar el diagnóstico diferencial en cuadros de sintomatología confusa, distinguiendo entre dolor somático o visceral, o entre dolor periférico o central.
B) Bloqueos pronósticos. Ayudan a predecir el efecto de una intervención neuroquirúrgica o un bloqueo neurolítico. Proporcionan al paciente la oportunidad de experimentar los efectos posibles de una operación o un bloqueo neurolítico, como son la analgesia que puede obtener, las sensaciones anormales que puede presentar (parestesias, disestesias, anestesia) y otros efectos que puedan suceder. Se facilita así la decisión del paciente y una mejor selección de los casos.
C) Bloqueos terapéuticos. Se pueden realizar bloqueos temporales con anestésicos locales o bloqueos prolongados con agentes neurolíticos. Con los bloqueos temporales se puede conseguir alivio completo del dolor por un periodo de tiempo limitado, interrumpir los reflejos anormales rompiendo el círculo vicioso del dolor, así como la sintomatología simpática, facilitándose el empleo de otras terapéuticas (como la rehabilitación). Los bloqueos con agentes neurolíticos (alcohol, fenol) están limitados principalmente para el tratamiento del dolor de origen oncológico en la fase avanzada de la enfermedad. El objetivo de este bloqueo es destruir la fibra nerviosa y producir así un bloqueo prolongado y a la vez permanente similar al que se produciría con una sección quirúrgica.
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